EL MIEDO AL DELITO

Si hoy preguntásemos a cualquier ciudadano si tiene miedo a que pueda sufrir una agresión, un robo o cualquier otro hecho delictivo sobre su persona, en un alto porcentaje la respuesta sería positiva.

 

 El temor de convertirnos en víctimas hace que tomemos más precauciones a la hora de enfrentarnos a una situación desconocida o poco habitual, y también a hace que mantengamos las distancias con aquella persona que representa una amenaza para nosotros.

 Pongamos algunos ejemplos que nos hagan comprender mejor a que nos referimos, y que nos muestran como hemos ido evolucionando y tomando más precauciones que las que nos guiaban años atrás.

 

 El más claro de todos es el echar el candado a las puertas de las viviendas. Hace años, era raro encontrar la puerta de un domicilio cerrada, todas estaban abiertas y nadie temía que le entraran a robar y mucho menos para procurarle un daño físico.  Sin embargo a día de hoy, es prácticamente imposible que un individuo deje la puerta de su casa sin echar la llave, y si se le olvidase, la preocupación no le dejaría tranquilo.

 

 La ley española regula en el artículo 195 del Código Penal la omisión del deber de socorro, que señala que aquel que “no socorriere a una persona que se halle desamparada y en peligro manifiesto y grave, cuando pudiere hacerlo sin riesgo propio ni de terceros” será castigado con una pena de multa que variará desde los tres hasta los doce meses. Es decir, aquí lo que se castiga es que el sujeto no haga lo que se espera que debería hacer. Por ejemplo, nos encontramos con un accidente de circulación y vemos que hay una persona que se encuentra en la carretera aparentemente inconsciente. Si no parásemos para ayudarla estaríamos incumpliendo nuestra obligación de ayudar y podríamos ser castigados por no hacerlo.

 

 ¿Qué sucede en alguna ocasión? Y siguiendo la línea argumental del párrafo anterior, se están sucediendo casos en los tras ser testigos de un hecho accidental, las personas no se detienen a ayudar. La llamada a los servicios de urgencias, al 112 se produce, pero no se detienen, incumpliendo la obligación de socorrer a las víctimas, sobre todo cuando el momento en el que lo ven es en una zona escasamente transitada y en horas nocturnas.

 

 ¿Por qué? Fácilmente es achacable al miedo de que el accidente sea una ficción, que sea una mentira y la excusa perfecta para que en el momento de apearse para ayudar, sean atacados o robados por el individuo que “finge” en el lugar del accidente o por sus cómplices, que esperan escondidos. ¿Imaginación? No, ya que como la prensa nos hace llegar, en ocasiones se utilizan estas tretas para poder obtener el botín.

 

 Y ahora llegamos al quid de la cuestión: ¿este miedo al delito es coincidente con los hechos delictivos que se suceden en España o está exacerbado?

 

 La civilización ha evolucionado, hemos avanzado a pasos agigantados, y esto también se refleja en las acciones que realizamos. Estadísticamente se producen menos muertes ahora que en épocas pasadas, se va incrementando el respeto por la vida.

 

 En España los delitos de sangre son muy bajos, sin embargo los robos con violencia son bastante elevados.

 

 Pero los estudios que se realizan en este sentido nos demuestran que la percepción de cómo la sociedad ve la criminalidad, tiene muy poco que ver con los datos de criminalidad que son registrados. ¿Y esto por qué sucede? El criminólogo Vicente Garrido nos da una clave: “El fenómeno se sustenta en emociones generadas por creencias, y a su vez, en emociones que consolidan creencias”. Esto es: si creemos que en una zona determinada hay una alta probabilidad de que seamos atracados, vamos a generarnos un temor cuando estemos en ese lugar, lo que nos va a llevar a tomar unas conductas de precaución para evitar lo que creemos que es muy elevado de sufrir. El miedo es una emoción que tiende a mantenerse a lo largo del tiempo.

 

 Esta percepción de inseguridad es articulada en tres puntos elementales: la información que se pudiera obtener a través de personas que conocemos, la que conseguimos u obtenemos a través de los medios de comunicación, y la que proviene de nuestra propia experiencia. La unión de todas estas informaciones no procuran el temor en determinadas situaciones, personas o lugares.

 

 Y luego también influyen los factores de personalidad de las personas y que en ocasiones también el miedo es disfuncional. Por ejemplo, las mujeres tienen miedo de ser violadas por un desconocido en una zona oscura. Sin embargo es raro que suceda, la violación es normalmente llevada a cabo por alguien conocido, de su grupo de confianza. O también las mujeres son las que más inseguras se sienten a sufrir un delito, y en cambio la mayoría de las víctimas son hombres. O como los ancianos, que tienden a tener más miedo o a sentirse más inseguros, y son un grupo de bajo riesgo, ya que son menos víctimas que los jóvenes.

 

 Hemos señalado que los medios de comunicación conforman uno de los lados del triángulo de percepción de la inseguridad. La criminóloga Rosemary Barberet señala que el miedo al delito nace de los medios de comunicación y de los políticos, pues estos últimos basan su discurso político en la seguridad, ya que conocen que da votos y si existe miedo mucho mejor, ya que cala más en los ciudadanos. Y en cuanto los medios de comunicación saben que con el miedo captarán más la atención de los oyentes.

 

 Y en base a esto último, también hay autores que señalan que la sobreexposición de los medios a algunos delitos señalan todo lo contrario que quieren mostrar. Es decir, si ocurre un suceso deplorable, el tratamiento que se le da puede durar días, lo que indica que vivimos en un país bastante seguro, ya que si fueran hechos habituales no le darían tanta publicidad.

 

 Y cómo luchar contra la percepción de la inseguridad: las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado utilizan la técnica de sacar más patrullas a fin de que la población se sienta más protegida por una mayor presencia policial, y además también se controla al delincuente que percibe un mayor riesgo si actúa.

 

 Como conclusión cabe decir que el miedo al delito es un fenómeno que está desligado a los índices reales de criminalidad. El temor crea inseguridad y hace que los ciudadanos se retraigan, se aíslen, y lo que provoca este aislamiento es todo lo contrario, hace al individuo, y por ende a la sociedad, más vulnerable.

 

 Todo esto no significa que no tomemos medidas que seamos confiados a todos, pero que nuestro miedo sea funcional, lo que hará que nuestra calidad de vida no se vea mermada por miedos irracionales.

 

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